Patrimonio cultural de Canarias

José Juan Batista: «Fue una sorpresa la existencia del silbo en El Hierro»

DOCUMENTO. Versión íntegra de la entrevista realizada por la Asociación Cultural para la Investigación y Conservación del Silbo Herreño a José Juan Batista, doctor en Filología Clásica y director de la Cátedra Cultural de Estudios Bereberes de la Universidad de La Laguna (ULL) y coautor, junto a Marcial Morera, del libro ‘El silbo gomero, 125 años de estudios lingüísticos y etnográficos’. Material adjunto al reportaje Pervivencia del lenguaje silbado en la isla de El Hierro. [En PELLAGOFIO nº 96 (2ª época, mayo 2021)].

Por ABIGAIL GONZÁLEZ AMADOR
Asociación Cultural para la Investigación y Conservación del Silbo Herreño

¿Qué es un lenguaje silbado?

–El lenguaje humano transmitido por el silbo. De hecho, el silbo articulado activa la misma zona del cerebro que el lenguaje, como ha demostrado un estudio del profesor Carreiras y otros, recogido en el libro El silbo gomero. 125 años de estudios lingüísticos y etnográficos .

–¿Cuántos lenguajes silbados conoce?

–He oído tres lenguajes silbados: el de La Gomera y El Hierro, que es el mismo porque es español silbado, el de la isla de Eubea , que es griego silbado, y el de las montañas de Kuşköy , en la costa oriental del Mar Negro, que es turco silbado y apenas entiendo alguna palabra, como tamam (o.k.). Ahora, con Internet, todos podemos oírlos. Y sé, pero solo por haberlo leído, del silbo de los Pirineos, ya extinguido, del silbo practicado por los bereberes del Atlas y del los indios mazatecos en México, que, por lo visto, se realiza en condiciones muy distintas de todos los anteriores, pues no es un silbo a distancia.

–¿Cuál cree usted que es el origen de los lenguajes silbados de Canarias?

–Sobre el origen del silbo en Canarias solo se pueden emitir hipótesis, pues por ahora no tenemos certezas sobre cómo surgió. Por mi parte, creo que el silbo llegó a las Islas con los bereberes que las poblaron en los primeros siglos después de Cristo. Pero no se puede descartar que haya surgido en las Islas, pues sobre esto no hay nada demostrado: hay muy pocas certezas y demasiadas hipótesis. Claro que no todas las hipótesis son iguales: unas son más verosímiles que otras, pero de aquí a ser ciertas…

–¿Monogénesis o poligénesis?

–Seguimos con hipótesis, me inclino aquí más por una monogénesis (quizá llegaron aquí bereberes montañeses que tenían noticia de esa forma de comunicación). Pero, evidentemente, los diversos lenguajes silbados que existen en el mundo muestran que la poligénesis es también posible.

–¿Le parece correcta la denominación silbo gomero para referirse a todas estas manifestaciones? ¿Cuál cree que sería el término más adecuado desde el punto de vista filológico?

–Cuando he oído hablar a la gente común, siempre hablan sencillamente de “el silbo”. Desde los años cincuenta del siglo pasado y, especialmente, desde los estudios del profesor Ramón Trujillo, en los años setenta, entre los estudiosos fue tomando carta de naturaleza el término de silbo gomero.

Por eso constituyó una gran sorpresa para mí enterarme de la existencia del silbo en El Hierro, primero en un escrito de Lajard a fines del siglo XIX y luego por las grabaciones contemporáneas efectuadas en esa isla. Siendo así y hasta que no se demostrara que el silbo herreño fue llevado a esa isla por silbadores gomeros, la denominación más lógica sería silbo de La Gomera y El Hierro, como lo llama Jens Lüdtke en Los orígenes de la lengua española en América (2014), o, probablemente simplificando demasiado, silbo canario. La gente que silba lo llama silbo no dice la procedencia del silbo.

En suma, si se documenta que el silbo nació en La Gomera y de allí se expandió a otra isla, no habría nada que objetar al término silbo gomero, pero -hasta que esto no se demuestre fehacientemente- hablar de silbo gomero de El Hierro me parece una catacresis, una expresión lingüísticamente poco afortunada. Filológicamente, hasta que no se demuestre documentalmente que el silbo es exclusivamente originario de La Gomera, me parece desaconsejable imponer la expresión silbo gomero de El Hierro.

–¿Cree que dos silbadores pueden comunicarse cualquier mensaje, independientemente de su extensión y complejidad?

–No, el silbo es un lenguaje sustitutivo que nació para emplearse en unas circunstancias determinadas, no es un lenguaje natural: el silbo nació y se empleó tradicionalmente en situaciones concretas para atender a necesidades concretas. El uso natural del silbo es muy distinto del uso recreativo con que se ha venido promocionando en el último medio siglo.

Así, el silbo nació para comunicarse a grandes distancias, no para comunicarse de cerca. He presenciado el uso natural del silbo en La Gomera: un matrimonio que tenía un considerable rebaño de cabras se comunicaba silbando cuando se extraviaba algún animal, por ejemplo. Siempre asistí a un intercambio de mensajes cortos entre los esposos.

–¿Es posible que pueda haber un proceso de deterioro en el aprendizaje del silbo, de manera que la comunicación libre quede reducida a un conjunto de enunciados prototípicos?

–A veces he oído decir que los silbadores que silban solo mensajes cortos y prototípicos no saben silbar: esto me parece un disparate. Es como decir que alguien que conduce solo en distancias cortas no sabe conducir. Si una persona conoce la técnica del silbo para emitir un mensaje, es que sabe silbar y puede emplear el silbo para emitir el mensaje que se proponga.

Otra cosa es que lo entiendan: por ejemplo, se puede, como dice don Ramón Trujillo, silbar el Quijote, pero creo que esta obra silbada resultaría muy difícil o imposible de entender para cualquier persona. En cambio, mensajes como “Se perdió una cabra”, “Me rompí una pierna”, etc., normalmente con su contexto claro, no resultan difíciles de entender. Para buscar las cabras, decir donde están, avisar que se rompieron una pierna, etc.

A este respecto, en su Silbo gomero o arte de hablar silbando (Realidad y fantasías)”, Marcial Morera diferenciaba explicítamente la originaria función comunicativa del silbo, normal entre pastores, de su lúdico uso actual.

–¿Cree que todos los silbos del mundo comparten el mismo sistema fonológico?

–Para que nos entendamos, la fonología es lo que creemos oír y la fonética es lo que realmente pronunciamos. Y, por supuesto, todas las lenguas tienen, por definición, sistemas fonológicos, morfosintácticos y léxicos diferentes, ya que, si no, no serían lenguas diferentes. Y el silbo lo que hace es transmitir una ‒digámoslo así- silueta, un esqueleto, de ese sistema fonológico. Pero, evidentemente, el receptor del silbo, el que lo oye reconstruye en su cerebro las palabras de su lengua, con su significante (constituido por fonemas que forman un sistema típico y exclusivo de cada lengua) y su significado (que también es exclusivo de cada lengua).

Por lo tanto, el silbo no reproduce el mismo sistema fonológico. Otra cosa muy distinta es que con el silbo, a más de un kilómetro de distancia, sólo se puedan expresar claramente tres oposiciones, que siempre son de dos miembros, a saber: una oposición vocálica (con una vocal aguda o muy alta frente a otra grave o muy baja) y dos consonánticas: de nuevo, una consonante aguda frente a una grave y una consonante continua frente a otra interrupta.

Pero que se disponga de estas tres oposiciones en el silbo a largas distancias, como describió Ramón Trujillo, no implica que los receptores de distintos lenguajes “interpreten” los mismos fonemas, ya que si, por ejemplo, un turco silba tamam (‘o.k.’, ‘de acuerdo’, ‘vale’), un silbador español podría reconstruir diferentes “palabras” quizá o intentarlo, pero no las entendería, a no ser que las malinterpretara, confundiéndolas con palabras de su propia lengua. Así, por ejemplo, un griego puede silbar /píso/ y un silbador canario puede hasta entenderlo, pero el malentendido surgiría enseguida, ya que /píso/ en griego significa ‘detrás’.

–¿Es posible que lenguas tan ricas en vocales como el turco, donde además estas juegan un papel morfológico fundamental, puedan reducir, por medio del silbo, su sistema vocálico a tan solo dos unidades? ¿Y qué puede decirnos del bereber, cuyo sistema vocálico es simplísimo, pero posee un sistema consonántico demasiado complejo como para poder reducirlo a cuatro unidades?

–Esto sí puede ser. Los sistemas fonológicos del griego y, sobre todo, del turco son más complejos que el del español, pero el silbo los obliga a reducirlos drásticamente, con lo que el número de homónimos aumenta exponencialmente, aunque el contexto siempre está presente para discriminar entre estos homónimos.

Y ya entrando en detalles, el turco tiene 8 vocales, tres más que el español, pero sus palabras típicas (no así los préstamos, cuidado con esto) presentan una estructura fónica peculiar, llamada armonía vocálica, de manera que o bien están constituidas por las vocales (a, ı , o, u) o bien lo están por las vocales (e, i, ö, ü), pero no se puede mezclar una vocal de un grupo con una vocal del otro grupo en la misma palabra. Así, por ejemplo, flor se dice en turco çiçek (pronunciado chichék) y flores, su plural, çiçekler, mientras que, por ejemplo, niño se dice cocuk (pronunciado yoyúk) y niños es cocuklar, de manera que antes se hacía el plural con -ler y ahora con -lar debido a la citada armonía vocálica.

Dado esto, las ocho vocales se pueden reducir a dos: una aguda y otra grave, como ocurre con el español en el silbo gomero y herreño tradicional, no en el recreativo, donde a una corta distancia se pueden intentar reproducir las cinco vocales. Pero, evidentemente, las vocales españolas se entienden dentro de un sistema lingüístico que es muy distinto al del turco.

En el bereber, debido al elevado número de consonantes y la relativa poca importancia de las vocales, aumentaría exponencialmente el número de homónimos, con lo que se hace mucho más necesaria la presencia del contexto, la familiaridad entre los silbadores, la repetición y frecuencia de los mensajes, etc., con el fin de eliminar la homonimia. Pues, evidentemente, cuanto más fijados y simples sean los mensajes, más fáciles serán de comprender.

–¿No le parece un apriorismo considerar que todos los lenguajes silbados sustitutivos de lenguas no tonales poseen el mismo sistema fonológico?

–Lo que sí puedo decir es que no reproducen el mismo sistema fonológico: esto es lo que me parece fundamental. El silbo es el silbo como el lenguaje oral es el lenguaje oral: esto es una perogrullada, pero los sistemas fonológicos del español, el griego y el turco son distintos y lo que hace el silbo es intentar reflejarlos, eso sí, con los escasos medios que dispone para hacerlo.

–¿Existen variedades diatópicas (geográficas), diafásicas (situacionales), diastráticas (sociales) y diacrónicas (históricas) del silbo, o por el contrario se trata de una manifestación lingüística única e inmutable?
–Lo único inmutable es Dios y el mundo de las ideas de Platón.

–¿Le parece interesante el estudio y rescate de otros silbos canarios, como el herreño, el tinerfeño y el grancanario? ¿Por qué? ¿Qué novedades podrían aportar al conocimiento actual del silbo?

–Todo lo que sea arrojar luz sobre el pasado histórico (en el sentido de no mítico o legendario) de las Islas me parece fundamental para ahondar en la verdad y despejar errores. Ayudaría a dilucidar si hay monogénesis o poligénesis en el origen del silbo.

Pensemos que fue a principios de este siglo XXI cuando el profesor Manuel de Paz señaló que la primera referencia al silbo articulado en La Gomera se encontraba en un libro sobre Canarias publicado por Karl von Fritsch en 1864. Y tenemos que seguir investigando en documentos anteriores, tanto españoles como extranjeros, a ver si hallamos más datos sobre el silbo.

Y digo tanto españoles como extranjeros porque, por ejemplo, para los guanchismos, al lado de Espinosa, Abreu Galindo (quien parece que, en realidad, copia a Argote de Molina) y José de Sosa, destacan las aportaciones del escocés George Glas, el francés Sabino Berthelot y el austríaco Josef Dominik Wölfel.

–¿Cree que tras los estudios de los profesores Trujillo y Morera sobre el silbo gomero está todo dicho sobre los silbos de Canarias, o se puede profundizar más? ¿En qué sentido?

–La ciencia, por definición, no se detiene jamás. El profesor Trujillo “descifró” el silbo gomero. Y el profesor Morera ha hecho una gran labor de información y difusión sobre la lingüística del silbo gomero. Pero, evidentemente, hay que seguir avanzando y profundizando en la historia del silbo gomero y herreño, y más concretamente en su documentación.

Por otro lado, creo muy difícil superar el análisis del profesor Trujillo, quien estableció que el silbo gomero, en su uso tradicional (es decir, para comunicar mensajes cortos a grandes distancias), reproducía cuatro sonidos consonánticos y dos vocálicos.

De todas maneras, se sorprendía Trujillo de que la /t/ se silbara como una consonante continua, como una /s/ o una /ch/, y no como una interrupta, que es lo que corresponde a su realización en el lenguaje hablado. Y se preguntaba si esto no se debería a una espirantización (fricatización o pérdida de la oclusión) de la /t/ en la lengua de los primitivos canarios. Y, efectivamente, sabemos que algunas /t/, las correspondientes a los artículos en bereber, se pronunciaban como /ch/ en el sur de Tenerife y en La Gomera (Tafira/Chafiras, tenique/chínique). Pero esto habría que estudiarlo. Esto es sólo un ejemplo. Siempre hay cosas por estudiar.

–¿Estudió Trujillo el silbo a distancia?

–Sí, seguro, sin ninguna duda. Trujillo siempre ha sido muy inteligente y sus estudios, rigurosos. Fue un gran profesor, que tuvo muchos discípulos en Filología en La Laguna, a quienes dirigió sus tesis doctorales, como el profesor Morera y muchísimos otros (entre los que citaré, por orden “cronológico”, refiriéndome a su edad, a Humberto Hernández, Gonzalo Ortega, Manuel Almeida, Josefa Dorta, Dolores García Padrón y un largo etcétera), pero también dos catedráticos en la Universidad de Las Palmas (Maximiano Trapero y el recientemente fallecido José Antonio Samper) y varios titulares. Evidentemente, el profesor Trujillo no se centró en el silbo-espectáculo, sino en el empleo tradicional del silbo gomero.

–Desde el punto de vista académico, ¿cree que los lenguajes silbados de Canarias están recibiendo el interés adecuado por parte de los filólogos canarios?

–Yo creo que no porque, tras la documentación del silbo herreño, se ha levantado una tremenda polémica que ha desviado la atención filológica de un patrimonio inmaterial, convirtiéndolo en un asunto político, lo cual desvirtúa su consideración científica.

Y, en este sentido, pienso que tanto la investigación filológica como la histórica deben intentar desvelar la verdad en torno al lenguaje silbado en las Islas: investigar dónde se originó, si es que se originó en una isla, y cómo se transmitió al resto. Y este estudio debe hacerse fría y científicamente, sin estar sometido a presiones de ningún tipo. No cabe duda de que el silbo gomero es, actualmente, el más conocido, pero tampoco cabe duda de que el silbo herreño existe y se ha documentado desde hace unos 150 años, según se desprende del testimonio de Joseph Lajard, quien a finales del siglo XIX entrevistó y oyó silbar, en Las Palmas, a varios panaderos herreños. Y que había panaderos herreños en Las Palmas a finales del siglo XIX es algo cierto y demostrado.

De hecho, el abuelo de una compañera de la ULL, característicamente apellidada Padrón, era un herreño que, a finales del siglo XIX emigró a Las Palmas y puso una panadería. Y me parece una osadía pretender que Lajard inventó los datos que consigna, pues describe, dibujándolo convenientemente, la forma de boca, labios y dedos al silbar, o que confundió a herreños con gomeros.

De manera que es un hecho incontrovertido que, en El Hierro, se viene silbando al menos desde hace 150 años y se seguía silbando todavía, como constató, sorprendido, Maximiano Trapero en 1991. Ahora bien, ¿cómo llegó el silbo a El Hierro o cómo llegó a La Gomera? Esto no lo sabemos y deberíamos intentar averiguarlo.

¿Qué le parece que el silbo herreño sea declarado bien de interés cultural?

–Soy partidario de que todo el patrimonio inmaterial de las Islas que lo merezca sea considerado Bien de Interés Cultural (BIC). Y, en este sentido, es de justicia que el silbo herreño sea reconocido como BIC. Es algo que le viene bien a Canarias. Yo me alegré muchísimo cuando el silbo gomero fue declarado patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Y creo que el libro que editamos Marcial Morera y yo (El silbo gomero. 125 años de estudios lingüísticos y etnográficos) también contribuyó a ello.

Por la misma razón (y en este libro se recoge el citado testimonio de Joseph Lajard), espero que el silbo herreño obtenga el BIC. Y espero y deseo, por bien de todos, que, superado el anacrónico pleito insular, no se produzcan enfrentamientos indeseados entre El Hierro y La Gomera por ese reconocimiento. Los canarios hemos de remar todos en la misma dirección: la unión hace la fuerza.

–¿Hay actualmente poco interés en el silbo?

–Hasta el último tercio del siglo pasado, no se le daba gran importancia al silbo: según me han confesado algunas personas, se veía como cosa de “magos”, algo de lo que no se presumía, sino todo lo contrario. A partir de los estudios de Trujillo y los esfuerzos realizados en La Gomera para su conservación, ha cambiado la percepción general sobre el silbo. Y, desde hace años, hay muchos jóvenes que lo aprenden, sobre todo a partir de la labor de difusión de los silbadores gomeros Lino Rodríguez, Isidro Ortiz y Eugenio Darias, pero también de David Díaz Reyes y de la asociación Yo silbo, que ha fomentado el silbo en otras islas, sobre todo en Tenerife, lo cual demuestra el gran interés que despierta actualmente el silbo.

Sin embargo, la constatación de la existencia del silbo en El Hierro y su solicitud como BIC no es, lamentablemente, un tema pacífico, sino que, lejos de la sana controversia entre especialistas, se discute por gente interesada con más corazón que cabeza. Esta lucha entre los silbos de islas hermanas carece de sentido: el trabajo que se ha hecho con el silbo gomero ha ayudado y ayudará mucho al silbo herreño y estoy seguro de que el reconocimiento del silbo herreño repercutirá en beneficio de todos los canarios, incluidos, por supuesto, los gomeros. En este sentido, todos deberíamos proteger el lenguaje silbado de Canarias y apoyar el BIC del silbo herreño.

–¿Qué no le hemos preguntado?

–Hay que seguir estudiando y profundizando sobre cuestiones que preocupan tanto a los silbadores como a los estudiosos del silbo herreño. He planteado alguna. Otra, por ejemplo, sería la siguiente: una lengua se aprende naturalmente oyéndola y entendiéndola primero para hablarla después. Sin embargo, algunos silbadores sostienen que esto no ocurre con el silbo, que no se necesita, primero, entender el lenguaje silbado para, después, empezar a silbar. Es decir, que se puede saber silbar sin entender lo que silban otros. Que yo sepa no se ha planteado este tipo de cuestiones. Y, por supuesto, hay muchas más.

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