Animales del agro canario, patrimonio genético y cultural
Los grupos políticos del Parlamento de Canarias han firmado un requerimiento para que las razas autóctonas sean reconocidas como patrimonio del archipiélago

Un libro “diferente”, casualmente llegó de imprenta cuando todos los grupos políticos del Parlamento de Canarias acababan de firmar un requerimiento para que las razas autóctonas de las Islas sean reconocidas como “Patrimonio Genético y Cultural” del archipiélago, destaca el autor del artículo, Juan Capote, veterinario e investigador del ICIA. [En PELLAGOFIO nº 95 (2ª época, abril 2021)].
Por JUAN CAPOTE
Veterinario del Instituto Canario de Investigaciones Agrarias
He tenido la oportunidad de leer bastantes catálogos sobre razas de animales domésticos, hasta ahora libros eminentemente técnicos. ‘El Arca de la Atlántida’ no es así, ni pretende serlo. Por eso, con acierto, huye de denominarlo “catálogo”, “guía” u otros sinónimos
Por mi profesión he tenido la oportunidad de leer bastantes catálogos sobre razas de animales domésticos, empezando por los pertenecientes a la Enciclopedia Agrícola (Salvat, edición de 1922) que mi padre, como perito agrícola, tenía en casa.
Aquellos volúmenes, dedicados a los genotipos ganaderos, tenían numerosas fotos en blanco y negro y en ellos pude conocer, por primera vez, lo que era el caballo percherón o el conejo gigante de Flandes, entre otros muchos genotipos.
Quizás en ese momento comenzó mi vocación. Más tarde, tuve oportunidad de consultar la biblioteca de mi Facultad de Veterinaria, en Madrid, y de disfrutar de las clases de etnología, plagadas de fotos e impartidas por dos veterinarios militares: el comandante Hernando, que después fue general, y el coronel Serrano. Ambos fueron superiores durante mi servicio militar, efectuado poco después, durante un año en el que, por faltar, no faltó ni siquiera un intento de golpe de estado.
En ese periodo, el comandante Hernando me dejó un sobre en la mesa del despacho donde me dedicaba a hacer cuentas durante demasiado tiempo, que tenía una dirección: “Soldado de 2ª Juan Capote”. Era un catálogo, editado por el Ministerio de Agricultura, sobre razas autóctonas ovinas y caprinas, cuyos autores fueron Cayo Esteban, alto cargo del Ministerio, y el profesor Tejón, de la Universidad Complutense.
Allí, por primera vez, encontré mi nombre ligado, con carácter de colaborador, a una publicación sobre razas autóctonas.

Con el tiempo he participado en muchas ediciones de ese tipo, aunque ya siempre como autor o como coautor y, normalmente, todas han tenido un formato más o menos similar, dividiéndose en varios capítulos: origen e historia, censo y distribución geográfica, descripción morfológica, producciones y aptitudes, sistemas de explotación y productos de interés.
Según sea cada catálogo, también se han abordado aspectos como la situación de sus programas de mejora o conservación, reproducción o comercialización. En todo caso, hasta ahora los libros han sido eminentemente técnicos, suelen venir acompañados de un buen número de fotografías actuales y están dedicados a un público de estudiantes y profesionales.
Tiene un enfoque etnográfico y antropológico de gran interés y fácil lectura, reúne numerosos testimonios de personas, muchas de las cuales ya han fallecido. Podría reproducir aquí un montón de anécdotas que me han resultado de interés, pero el espacio es limitado y se leen mejor con el volumen en la mano
Un libro diferente
Recientemente publicado, el libro El Arca de la Atlántida (cuyo autor, Yuri Millares, es el artífice de este suplemento [que se publica en páginas centrales] de La Provincia) no es así, ni pretende serlo.
Por eso, con acierto, huye de denominarlo “catálogo”, “guía” u otros sinónimos. En este caso, se abordan los orígenes y la utilidad de cada raza, los usos y aprovechamientos, la descripción y carácter y las ya mencionadas características morfológicas. Este es un libro diferente.
En primer lugar, puede ser interesante para un amplio público, desde el profesional del subsector ganadero, al motivado por la Historia de Canarias, pasando por todo aquel que tenga interés en nuestras tradiciones o, simplemente, le gusten los animales.
Además, tiene un enfoque etnográfico y antropológico de gran interés y fácil lectura. Reúne numerosos testimonios de personas, muchas de las cuales ya han fallecido, recogidos durante la amplia trayectoria en la que Yuri lleva difundiendo y promocionando aquellos aspectos enraizados en nuestra cultura. Podría reproducir aquí un montón de anécdotas que me han resultado de interés, pero el espacio es limitado y se leen mejor con el volumen en la mano.
Personalmente, lo estoy recomendando, sobre todo y con insistencia, a los alumnos de Veterinaria, porque combina el estudio con el placer de la lectura.
En una magnifica edición, el libro contiene fotografías tanto de carácter histórico como actuales, tomadas exprofeso para acompañar al texto. Cada raza tiene, al menos, tres fotos sobre fondo blanco donde se recogen animales con morfología representativa, sin caer en la tentación de buscar a aquellos ejemplares más destacados del genotipo, como se suele hacer en los catálogos clásicos. El aspecto gráfico ayuda enormemente a la lectura y muchos de los protagonistas de las especies animales y de la humana aparecen representados en la misma página en la que son nombrados.
La conservación y mejora de las razas autóctonas es tanto un derecho como un deber de nuestra generación. Cuando en 1982 asumí que debería dedicar la mayor parte de mis esfuerzos en ese sentido, muchos colegas me tomaron a pitorreo. ¿Cómo íbamos a criar vacas palmeras si una charolesa daba más carne?
Patrimonio de Canarias
Hay que decir que el libro llega en el momento en que todos los grupos políticos del Parlamento de Canarias han firmado un requerimiento para que las razas autóctonas de Canarias sean reconocidas como “Patrimonio Genético y Cultural” de nuestra autonomía.
Espero que el día del reconocimiento llegue pronto para poder celebrarlo con Yuri y un buen número de amigos quienes, calladamente, han desarrollado una labor constante en pro del legado de nuestros ancestros.
Parece claro que la conservación y mejora de las razas autóctonas es tanto un derecho como un deber de nuestra generación, pero la consciencia acerca de esto acaba de despertar. Cuando en 1982 asumí que debería dedicar la mayor parte de mis esfuerzos en ese sentido, muchos colegas me tomaron a pitorreo.
¿Cómo íbamos a criar vacas palmeras si una charolesa daba más carne? ¿Por qué tener cochinos negros si son pura grasa? Y así unos cuantos más. Por suerte, el sentimiento de “lo nuestro” empezaba a arraigarse y la mentalidad cambiaba poco a poco gracias a personas como Yuri.

El volumen, de 316 páginas, está dedicado a las razas autóctonas canarias que, de alguna forma, tienen o han tenido que ver con el abastecimiento de alimentos para la población o con el trabajo en el sector primario.
La obra está divida en tres conjuntos de capítulos que engloban a las razas de trabajo (burro majorero, camello canario, perro lobo herreño, perro majorero, perro pastor garafiano, perro podenco canario, perro podenco enano de El Hierro, perro de presa canario, perro ratonero palmero, vaca canaria y vaca palmera), de pastoreo (cabras majorera, palmera y tinerfeña, y ovejas canaria, canaria de pelo y palmera) y de abasto (abeja negra canaria, cochino negro canario, gallina canaria, paloma de patio, buchón canario y buchón de Tenerife), recogiendo, en el último grupo, a aquellas que teniendo ese carácter, no estaban incluidas en capítulos anteriores.
En las 23 razas se destacan, al final de cada capítulo, las características morfológicas siguiendo el criterio de sus respectivas asociaciones de criadores.
Para el prestigioso genetista el doctor Fernando Orozco, que en vida conoció los genotipos autóctonos canarios, “dentro de la especie, es la raza el primer escalón que encontramos al tratar de poblaciones de animales domésticos. Y estas no aparecieron solas, en un momento determinado por la acción del medio actuando sobre los individuos de un área geográfica, como a veces se interpreta”.
Al contrario, continúa, “fueron creadas por personas o entidades. La raza se identifica por una serie de caracteres étnicos determinados como atributos, rasgos o signos de carácter permanente y heredables que permiten clasificar a los animales de una especie en razas”.
Por otro lado, el doctor Isidro Sierra, figura clave en la producción animal del siglo pasado, refiriéndose a las razas autóctonas explotadas en extensivo, ámbito muy habitual de este tipo de ganado, les asigna una serie de características:
1. Elevada rusticidad y facilidad de adaptación al medio (climático, orográfico, alimenticio, sanitario etc.).
2. Gran capacidad de pastoreo, buen instinto gregario, notable economía de agua, en el caso de las ubicadas en zonas áridas, y facilidad para acumular y movilizar reservas adiposas.
3. Ofrecen, en general, una prolongada actividad sexual y excelente fertilidad, lo que puede permitir manejar racionalmente el planning reproductivo.
4. Son valorizadoras de recursos voluminosos energéticos y proteicos, a veces de acceso difícil, tanto en forma de pastos como de rastrojeras y residuos de diversas cosechas, amén de subproductos.
5. Generan productos tradicionales de elevada calidad, que son cada día más demandados, lo que en muchos casos ha significado su resurgimiento, y en algunos, incluso su salvación.
En cuanto a su utilidad, José Javier Rodríguez Alcaide y sus colaboradores han definido los valores relacionados con la misma de la forma siguiente:
a) Valor de utilidad, la utilidad nacida del actual consumo.
b) Valor de opción, tener la opción en el futuro de usar o consumir unos recursos o servicios.
c) Valor de cuasi opción, la utilidad esperada por no tomar decisiones irreversibles
d) Valor de existencia (legado), la posibilidad de trasferir a la próxima existencia, la actual para que sea objeto de sus preferencias.
Razas de trabajo, de pastoreo y otras de abasto de Canarias

El recorrido por las razas autóctonas del campo canario, que ‘La Provincia/Diario de Las Palmas’ comenzó a publicar en exclusiva en las páginas de PELLAGOFIO, ha sido recopilado en un libro del mismo título que la serie. Ésta su introducción.
Por YURI MILLARES
Desde que el archipiélago canario ha estado habitado por seres humanos de diferentes procedencias –del norte de África llegaron los primeros pobladores en fecha aún por determinar de hace unos dos mil años; de distintos lugares de la Península Ibérica y otras regiones de Europa vinieron colonos tras la conquista en el siglo XV–, cada grupo que ha ido arribando trajo consigo los animales domésticos, de trabajo y de la cabaña ganadera que iban a ser parte de sus vidas y su sustento en el nuevo territorio en el que se iban a instalar y ver crecer a sus descendientes.
Esos animales les iban a dar carne y leche, también pieles para vestirse y huesos de los que obtener herramientas. Les iban a dar manteca, lana y cuernos a los que darían uso. Les iban a ayudar a cuidar a otros animales y sus hogares. Servirían para mover norias y molinos, arar la tierra y transportar leña o agua.
Seleccionados por sus cualidades y aprovechamiento, también por su apariencia, hombres y mujeres de los campos canarios han podido salir adelante gracias a su concurso, conformando una serie de razas animales adaptadas al entorno y a las necesidades del isleño. Así ha sido con perros, cabras, ovejas, cerdos, vacas, palomas, gallinas, burros o camellos.
Alguna, entretanto ha desaparecido –por ejemplo, la jaca canaria, de la que me habló el amigo y objeto de muchas consultas para este trabajo Juan Capote–, otras son tan recientes que apenas tienen un siglo de existencia y había una que estaba ya aquí cuando no había rastro de presencia humana: la abeja negra canaria.
De todas ellas (y hemos reunido aquí nada menos que 23 razas en el reducido territorio de estas islas atlánticas) se cuenta aquí su procedencia y detallamos su carácter y descripción, también su uso, utilidad y hasta anécdotas que, rescatadas de la historia oral de nuestros mayores, revelan la estrecha relación de todos con todos en el ecosistema de las sociedades rurales de cada isla, con sus singularidades y sus experiencias comunes.
En 1996 comenzó mi periplo recorriendo las diez islas canarias que he pisado (y digo diez porque a las siete habituales añado la reconocida como octava –La Graciosa– y añado a mi cuenta Lobos y Alegranza) para conocer a quienes las han hollado, excavado, surcado o navegado. Cientos de entrevistas y miles de fotografías que, 22 años después, sirvieron de base documental y cimiento para dar inicio al proyecto El Arca de la Atlántida, cuando en mayo de 2018 inicié un recorrido “en busca de los animales canarios del mundo rural”.
Esta vez la búsqueda no se centraba en quienes habían hollado (personas), sino en quienes habían acompañado (animales). Una tarea que no realicé en solitario como la mayor parte de los 22 años precedentes, sino formando equipo con quien me ha acompañado en los últimos proyectos editoriales y divulgativos, el gran fotógrafo Tato Gonçalves… y un vehículo que trasladara nuestro abultado equipaje de trabajo y nuestros sueños y anhelos de búsqueda. Las historias están a continuación en estas páginas, también las láminas de unos animales que, por lo general, fue complicado fotografiar, ¡no paraban quietos!, pero con paciencia, ingenio y la ayuda que se nos prestó en cada escenario que montamos, se pudieron realizar ●