Cinco siglos de obra hidráulica en Gran Canaria
En 1514 comenzó la excavación de la galería de agua Mina de Tejeda. Hoy toda la isla parece un queso gruyere

La primera gran obra hidráulica en Gran Canaria (y en toda Canarias) se llevó a cabo a principios del siglo XVI: la Mina de Tejeda, 330 metros de túnel excavado en la roca que apenas tenía 60 cm de alto y debió causar un gran sufrimiento a los operarios que lo excavaron. Le siguieron cinco siglos de más galerías, acequias, pozos… [En PELLAGOFIO nº 103 (2ª época, septiembre 2022)].
Por YURI MILLARES
Minas y galerías se solapan en la nomenclatura de estos túneles tan habituales como recurso hidráulico en las Islas, pero no hay que confundirlas. La mina es un túnel que busca aguas subálveas en la capa de aluviones del cauce de los barrancos. La galería de agua es otro túnel, más amplio y largo, que se perfora en la roca, casi siempre sin entibar y sin lumbreras de ventilación. Lo explica Francisco Suárez Moreno en su libro Las minas de agua de Gran Canaria (1501-1950) [2014]. “Casi todas las minas se localizan en Gran Canaria, mientras que las galerías se hallan especialmente en las islas occidentales (sobre todo en Tenerife y La Palma), más húmedas y con ricos acuíferos en el interior de sus altas montañas”.

Curiosamente, la más famosa de las minas de agua y primera gran obra hidráulica de Canarias (se ejecutó entre 1514 y 1526), la Mina de Tejeda, no es una mina ni una galería filtrante. Es un túnel para el trasvase de agua desde el manantial más rico de Gran Canaria en El Ancón de La Mina (en la cabecera de la cuenca de Tejeda, a 1.470 m de altitud), hacia la vertiente húmeda del Noreste para llevarla, por 44 kilómetros de acequias, a la ciudad de Las Palmas.
Su nombre, cree Suárez Moreno, se le aplicó “porque en su origen se denominaba también mina a un caudaloso manantial”.
“Todo comenzó –relata– cuando los conquistadores ya habían asentado su primera administración en torno al campamento militar del Real de Las Palmas. Debían tener noticias por los indígenas de que en un extraordinario paraje verde de las máximas alturas de la Isla manaba agua a borbollones, sobre todo en un recodo (ancón) de los andenes traseros (culata) de Tejeda y que, a modo de grandes arroyos, fluía hacia el barranco grande y llegaba hasta La Aldea de San Nicolás”.
330 m de túnel
El proyecto –que a partir del s. XIX sufrió reformas y adaptaciones– consistió en conducir las aguas que brotaban en la vaguada de El Ancón de La Mina por una acequia excavada de 1.840 m de largo (en algunos tramos, sobre roca) en los Andenes de La Mina, hasta la boca de un túnel que perforó 330 m de boca a boca y seguir acequia abajo 44 km hasta Las Palmas. Su caudal, que en la actualidad apenas es de 11 litros/segundo, era en esa época de 100 litros/segundo (comparable, destaca Francisco Suárez, a los actuales nacientes de Marcos y Cordero, en la isla de La Palma).

1. Punto de surgencia del manantial.
La línea azul indica la acequia del siglo XVI hasta conectar con el túnel (1840 m).
La línea roja punteada indica un túnel posterior, paralelo a la acequia, con sus 9 lumbreras laterales (el trazo y la ubicación de estas lumbreras es aproximado)
2. Boca de entrada del túnel del siglo XVI.
3. Boca de salida en Hoya de Becerra
La línea azul punteada indica el trazado del túnel del siglo XVI (330 m).
Abrir un túnel de 330 m de longitud, de 60 cm de alto por 40 cm de ancho, a través de una dura roca y con las herramientas que había en el siglo XVI “nos parece hoy una obra extraordinaria”, señala, aunque más que fijarse en el mito tecnológico, él se pregunta por “el sufrimiento de los operarios que lo trabajaron”, ya que era apto sólo para trabajadores “delgados y jóvenes, quizás niños (puede que hasta esclavos)”, pues no hay datos que den luz a esta incógnita más allá de las dimensiones de lo excavado.

La obra se empezó simultáneamente desde ambas vertientes. “Ambas perforaciones avanzaron lentamente a lo largo de los años, con un trabajo penoso, sobre todo en invierno, y se encontraron en un punto casi exacto con un escalón de 0,50 m de desnivel”, destaca.
Ambos túneles se diseñaron con algún método de alineación y nivelación para lograr encontrarse a mitad de camino, “porque ya existían esos recursos desde la tecnología minera hidráulica de la cultura islámica hispánica”, añade, según consta en la obra manuscrita del siglo XVI Los veintiún libros de los ingenios y las máquinas.
A esta mina le siguieron otras. El inventario realizado por Suárez Moreno suma un total de 106 minas en Gran Canaria, de las cerca de 110 que hay en toda Canarias. En cuanto a pozos y sondeos, el dato es de 2.318 en Gran Canaria, de los casi 4.000 en el archipiélago (le siguen Fuerteventura con 985 y Tenerife con 395). Galerías y pozos-galería se estima que hay 1.575 (339 en Gran Canaria, por 1.055 en Tenerife y 162 en La Palma). Son datos siempre en revisión, pues hacer un recuento de tanta obra hidráulica es realmente complicado.
En el s. XVIII “se desarrollan mucho las galerías en una economía de autoconsumo (para cereales), pero con los plátanos y los tomates a finales del XIX es cuando viene la expansión y en el XX se perforan muchos pozos y se hacen las grandes presas y grandes estanques. En los pozos se introduce la tecnología de elevación de aguas”, detalla Francisco Suárez Moreno a PELLAGOFIO.
“Se empezó a hacer pozos por todos sitios”, dice, señalando a La Aldea de San Nicolás por la gran concentración de pozos (hasta 400) que se perforaron en su valle por multitud de pequeños agricultores, apenas separados unos de otros a veces por 50 metros. Con tanto pozo, “existía la costumbre de que los chiquillos también bajaban. Mi padre hizo uno en la finca en La Hoya y casi todos los días mi hermano Luis y yo bajábamos y subíamos en el cacharrón. Sin miedo. Como éramos chicos, los dos íbamos dentro”, recuerda.
El más extendido fue el llamado «americano, como los de las películas del Oeste, eran muy baratos»
Aprovechando el espacio en un territorio insular y, por tanto, limitado, en el que la tierra era un bien preciado que muchas veces había que ganar formando terrazas, el tanque cueva que viene de nuestra cultura aborigen de cuevas era una forma de almacenar un recurso tan vital como el agua sin que ocupara espacio útil.
“Gran Canaria cuenta con más de 300 estanques de este tipo, algunos de gran tamaño”, estima.
Y para elevar el agua de tanto pozo y estanque, “vinieron molinos de todos sitios”, asegura, aunque el más extendido fue el llamado “americano, como los de las películas del Oeste: se extendieron mucho porque eran muy baratos. En La Aldea llegó a haber de 200 a 300”, dice. Muchos de ellos se vendieron de segunda mano para Fuerteventura a medida que el aldeano prosperaba y se compraba motores de gasoil también de segunda mano.
También hubo tecnología canaria de los molinos. Uno muy grande, multipala, los fabricaba el taller de fundición de Santana, en la calle Travieso de Las Palmas. Los llamaban molinos del país o molinos canarios. “En La Aldea había por lo menos diez y en Fuerteventura también había muchos –explica–. Tenían una tecnología de transmisión del movimiento muy primaria: una biela que va dando vuelta según giraba el molino”.