Patrimonio rural

Emiliano Fernández: “Los pastores silbaban dos veces el nombre”

“La gente de mi edad, casi todos silbábamos sin dedos; estabas en el campo haciendo cualquier labor, tenías las manos sucias y no tenías que meterte los dedos en la boca”, dice.

SILBO HERREÑO. «La verdad, nunca he visto al silbo como algo olvidado, porque cuando era pequeño silbaba con mi padre y ahora silbo con mi nieto», dice Emiliano Fernández (59 años) de Isora (pueblo del municipio de Valverde, en El Hierro). Material adjunto al reportaje Pervivencia del lenguaje silbado en la isla de El Hierro. [En PELLAGOFIO nº 96 (2ª época, mayo 2021)].

Por YURI MILLARES

“Mi hijo y yo intentamos seguir manteniendo la forma de vivir en El Hierro como se hacía hace siglos, como lo hacían mis abuelos. Tenemos agricultura, ganadería, apicultura y pesca profesional”, explica Emiliano Fernández, herreño de Isora, una mañana que nos acercamos a la Hoya del Carro (en Nisdafe) donde el pastor Aurelio Cabrera le guarda las ovejas.

“A veces va sólo él a pescar y a veces vamos los dos, dependiendo de la temporada. Ahora que están los patudos, por ejemplo, está yendo a los túnidos. Y yo tengo que estar más con las colmenas, porque marzo, abril y mayo es su momento. Cuando ese trabajo aminora un poco, estamos más en la agricultura con cultivos más compatibles con el ganado, como los olivos”.

En su caso, dice, “la verdad, nunca he visto al silbo como algo olvidado, porque cuando era pequeño silbaba con mi padre y ahora silbo con mi nieto. Imagínate que mi padre estaba haciendo algo en la huerta y mi madre estaba en casa y tenía el almuerzo o el desayuno, le decía «ven a almorzar (o a desayunar)». Cosas así. Y ahora si estoy abajo en el huerto y el nieto está en casa le silbo «Jonaicito» (Se llama Jonay como mi hijo, por eso lo llamo Jonaicito). Tiene seis añitos y enseguida se asoma: «¡Abuelo!». Él todavía no silba, claro”.

«Imagínate que estás en la costa de Isora entre 40 o 50 pastores, si estás distraído piensas ¿me llamarían a mí? La segunda vez ya estás prestando atención»

Los pastores se reúnen
Sobre la forma en que se iniciaba la comunicación, “los pastores sí recuerdo que llamaban dos veces, silbaban dos veces el nombre”.

Se entiende, dice, “porque imagínate que estás en la costa de Isora entre 40 o 50 pastores, hay nombres que son muy similares y si estás distraído piensas ¿me llamarían a mí? Pero no estás seguro y la segunda vez ya estás prestando atención. Supongo que sería por eso. Y después ya se decía el mensaje”.

Y ese mensaje, detalla, “eran cosas como «¿te vas a quedar hoy abajo?» o «¿vienes esta noche a cenar?». Porque, normalmente, cuando encerraban el ganado al oscurecer se juntaban en alguna de las cuevas, preparaban algo de comer en conjunto y hablaban un rato del ganado”, explica.

Por eso, sigue, “alguno de ellos silbaba «¿vienen para aquí esta noche?» y le contestaban «vale» o «no, yo subo para Isora». Eran mensajes muy cortos. No eran esas historias que veo yo ahora en la tele con el silbo de La Gomera, hablando como si estuvieran hablando con el móvil; en El Hierro nunca lo vi”.

«Cuando alguien silbaba en el descansadero y silbaba por alguien todo el mundo prestaba atención porque ‘algo pasó'»

Antes “se hablaba de cosas muy concretas”. A veces, una mala noticia. “Se asomaban a lo que llamamos el descansadero, justo en el letime donde de ahí para arriba es el pueblo [de Isora] y para abajo es la costa donde hacíamos la trashumancia. Cuando alguien silbaba en el descansadero y silbaba por alguien todo el mundo prestaba atención porque algo pasó. Generalmente, malas noticias: o se había muerto alguien o había pasado un accidente… Llamaban al fulano y le decían «sube que tu madre está mala», «que se cayó», o lo que sea. Y ya está”.

Con hambre y cantando
La gente silbaba de modo habitual y cotidiano, “estaba acostumbrada. Y después estaba la típica gente que silbaba tarareando una canción, que es otra historia. Porque antes yo recuerdo que todo el mundo cantaba, no sé qué coño pasa hoy que, en teoría, debería estar la gente más feliz y contenta. Antes, a pesar de las dificultades, del hambre que se pasaba, la gente estaba sembrando y estaba cantando; estaba guardando las cabras y estaba cantando. Y hoy nada”.

Emiliano es de los herreños que no utiliza ningún dedo para emitir el silbo. “La gente de mi edad, casi todos, silbábamos sin dedos. De hecho, llegaba mucho más el sonido; estabas en el campo haciendo cualquier labor, tenías las manos sucias y no tenías que meterte los dedos en la boca”.

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