La cebada de los guanches todavía se siembra y se trilla
Grano canario en los llanos de la Vega de Acusa, en la cumbre de Gran Canaria

Con la ‘marea’ de una mañana de finales de septiembre –como llaman en Artenara a la brisa “continua y hacia abajo”, es decir, de cumbre a mar– aventaron, tras la trilla, la ‘cebada de los guanches’ es la cebada canaria que tres generaciones de mujeres, abuela, hija y nieta, decidieron plantar y recuperar en la Vega de Acusa después de medio siglo. [En PELLAGOFIO nº100 (2ª época, octubre 2021)].
Por YURI MILLARES
Las semillas actuales de cebada canaria “descienden de la cebada aborigen”, explica el arqueobotánico de la Universidad de Las Palmas (ULPGC) Jacob Morales. “De forma ininterrumpida se han cultivado en Gran Canaria desde la etapa aborigen hasta la actualidad. En el estudio genético que hicimos, todas las muestras analizadas eran descendientes de la aborigen y no encontramos ninguna que fuera introducida posteriormente desde Europa o África. Es decir, que cualquier cebada que hayan mantenido los viejitos es con toda probabilidad descendiente de la aborigen”, detalla.
«Empezamos a preguntarle a mi abuela y ella, entusiasmadísima, empezó a contarnos» GUACIMARA DELGADO

A esos viejitos acudió Luisa Quintana González (natural de Ventanieve, barrio de Acusa Verde) en busca de semillas de cebada. Hacía 25 años que compró unos llanos en la Vega Arriba de Acusa, donde tenía olivos y almendreros hasta que el devastador incendio que arrasó la cumbre de la isla en agosto de 2019 acabó con ellos.
Su hija Guacimara Delgado Quintana viendo los llanos vacíos y con la idea de recuperar el paisaje, le propuso “sembrarlos de cebada”. Y aquí entra en acción la primera de las tres generaciones de mujeres que protagonizan esta historia: Carmen González Herrera.
“Empezamos a preguntarle a mi abuela. Ya casi no queda gente mayor que sepa de todo esto, se van y no tenemos ni idea de cómo recuperar una cosa como ésta y ella, entusiasmadísima, empezó a contarnos”, dice Guacimara. “Cuando son mayores lo que quieren es contar sus experiencias como sea y transmitir su conocimiento como sea. Pero una cosa es que te lo cuente y otra cosa es venir aquí. ¿Cómo segamos? Mi madre sí sabía, yo no. Mi abuela tuvo que empezar a explicarnos cómo se siembra, cómo se cogía, cómo se emparvaba… Todo ha sido un aprendizaje”.
Los viejitos y la lana que asoma
Esos viejitos que siguen sembrando –los dos, octogenarios– fueron Pepe Guedes en Lomo del Caballo (Ingenio) y Juan Pérez Medina en La Cuevita (Artenara). El primero le vendió 10 kilos en 2020 que apenas dieron para tener semilla un año que fue de cosecha escasa, a la que sumaron en 2021 los 40 kilos del segundo. Y, por primera vez en 50 años, lucieron pletóricos de cebada los llanos que sembraron de la Vega Abajo, en Acusa Verde.
«Las nubes paran en la cordillera donde asoman y los viejitos dicen ‘está asomando la lana’. Esta zona siempre fue de mucho y buen grano» JULIO RAMOS
Uno de los vecinos de la Vega de Acusa que ha colaborado con ellas en este proyecto de recuperación del cultivo de la cebada canaria y del paisaje agrícola, Julio Ramos, hizo de guía para PELLAGOFIO. “Estamos en el centro de la isla. Los alisios mueren ahí, de la Cruz de Acusa hacia arriba, y las nubes paran en la cordillera donde asoman. Los viejitos dicen aquí que «está asomando la lana».
Esta zona siempre fue de mucho y buen grano, quizás por el clima. No estamos en el norte que hay muchas lluvias, no estamos en el sur que hay mucho sol. Estamos en un sitio donde vienen brisas, mojan, retrocede el alisio, vuelve el alisio. Y puede ser muy largo y pegar ahora en octubre hasta febrero, es la típica lluvia que entra, moja, vuelve y se va, pero no empapa, y si hay mucho sol, seca”, explica.
Esto también fue siempre de zona de paso de ganado. “Los viejos que aún están vivos dicen que aquí había 300 y 400 vacas, porque como había mucho trigo y se daba mucho el grano, las traían para que fueran comiendo por temporadas –continúa–. En todas esas montañas que vemos, que ahora no están plantadas, no había una esquina que no estuviera plantada de cebada o de trigo. Y donde no llegara el arado, picaban a mano y plantaban antes de las lluvias. En cualquier espacio”.
«La parva se hace porque cuando llueve el agua se escurre, si no lo dejas emparvado se va pudriendo» LUISA QUINTANA
Levantarse y mirar
El grano tiene sus épocas, así que, “además de sembrar antes de que el suelo se enchumbe, el secreto está en segarla: los viejos dicen que hay que cogerla cuando está amorosa. No hay un medidor de humedad para estos casos, me levanto, miro y sé el día. Porque si la coges muy seca, el grano se cae [de la espiga]. Tiene que estar a la humedad adecuada para que no se te desgrane y lo pierdas en el suelo cuando siegas”, detalla Julio.
Y eso fue lo que hicieron Guacimara y Luisa, siguiendo las explicaciones de Carmen. “Esto se llama parva, que se hace porque cuando llueve el agua se escurre. Si no lo dejas emparvado se va pudriendo”, señala Isabel los montones de cebada cuidadosamente colocados en el llano cuando segaron en junio, para que las espigas queden ocultas bajo la paja y las perdices no se coman el grano, la mañana de septiembre que la llevan para la era.

Con la ayuda de un grupo de jóvenes de la jurria Guanil, recogen la cebada de las parvas y la llevan sobre grandes toldos hasta el camión que, a lo largo de la mañana, realiza numerosos viajes hasta la era. “Antes se cargaba aquí mismo con mulos y se llevaba [a la era], pero el camión aquí se entierra”, señala Luisa.
“Esto hacía 50 años que no se sembraba, por lo menos. Porque yo era jovencita y la gente plantaba cebada y trigo, y después ya no recuerdo que se sembrara. Ya no estamos acostumbrados a esto, la cogimos con una segadora, si no, no acabamos nunca”, ríe. “Esto es ecológico, no lleva nada, y se regó con el agua que llovió”, añade.
«Hablé con Jacob Morales. La cebada canaria está adaptada, ha variado muy poco genéticamente con respecto a la aborigen» GUACIMARA DELGADO

En la era y con tractor
De la importancia y cantidad del grano que se sembraba en estos llanos da idea la presencia de numerosas eras en la Vega de Acusa. En una de ellas están Guacimara y su marido Javier Cabrera Librada, ambos arquitectos, pero esta mañana de trilla cada uno con una horqueta colocando en la era la cebada que va descargando en cada viaje el camión.
“Ya casi no queda gente mayor que sepa de todo esto, se van y no tenemos ni idea de cómo recuperar una cosa como ésta”, dice ella. “Hablamos con Jacob [Morales] que me dijo que en la isla no se introdujeron otras variedades de cebada porque no se adaptaban y esta sí está adaptada. Ha variado muy poco genéticamente con respecto a la aborigen”, detalla.
La primera trilla con la poca cebada que cosecharon el año anterior la hicieron con caballo. Pero este sábado de septiembre de 2021 no fue posible y, además, no podían esperar más. “Para no dejarlo más tiempo, porque esta semana ha llovido algunos días y cada vez tenía que taparlo todo con unas lonas”, dice su madre Luisa. De todas maneras, suspiran aliviadas porque en vez de caballos van a trillar con el tractor de un vecino, ¡hay mucha paja que trillar!
Y allí llegó, a media mañana, Alejandro Arencibia Arnau, un jovencísimo agricultor con un viejo tractor Massey Ferguson, toda una reliquia de unos 50 años que él mismo desmontó, arregló y dejó en perfecto estado de uso. “No había dinero para uno nuevo”, sonríe. En cuanto desengancha la surcadora que llevaba detrás, se pone a dar vueltas en la era, trillando toda esa cebada.
El destino y uso del grano aún está por ver. Pero ya tienen un molino de gofio y una cervecera artesana de la isla interesados.