La varada a ojo en el ‘jacío’ y avisando desde tierra
Oficios del mundo rural / Pescadores en las aguas bravas de El Pris

En las aguas bravas de El Pris los pescadores no pueden dejar fondeados sus barcos. Hay que subirlos a tierra, hoy con una grúa, pero antiguamente por una rampa con la ayuda de un vigía sobre un picacho que avisaba del hueco (jacío) entre olas (jarío). Una maniobra muy peligrosa con señales de pañuelo. [En PELLAGOFIO nº123 (2ª época, noviembre 2023)].
Por YURI MILLARES
El Pris es un genuino pueblo de pescadores del norte de Tenerife, donde sus casas se asoman apretuñadas a un mar muy bravo. Martín Herrera Rodríguez explica que «aquí no había puerto de mar, había una rampita de arena. Mi abuelo vino de joven desde la Punta del Hidalgo a la playa de la Arena y varaban allí. Y en las cuevas que había encima vivían. Yo nací en una cueva, vivíamos nueve. Con sacos pintados con cal la dividíamos. En verano fresca y en invierno calentita». Después, se fueron trasladando al actual núcleo de casas de El Pris.
«Aquí casi toda la gente vive de la pesca», subraya. Apenas cuentan con una plataforma de hormigón junto a la antigua rampa por donde sacaban antes los falúas. «Esto lo hicieron en los 80: una rampa en la que tuvimos primero un winche de mano y después pusimos un Lister. Ahora hay una grúa». Los barcos no pueden estar fondeados y los suben a esta pequeña plataforma que hace de muelle, elevada a gran altura sobre el agua.

Mares de fondo
«Con la antigua rampa de varado, el mar llegaba a las casas. Luego se hizo esta plataforma y, posteriormente, se instaló la grúa en la esquina de la plataforma, pero no había forma de que fuera útil. Y entonces se hizo la rampa de ahora para poder hacer la maniobra con la grúa», detalla otro pescador de El Pris, Melchor Herrera Fariña.
Las previsiones del estado del mar «hoy te las da Internet y aun así, en el norte, te coge el mar malo. Pero hasta hace quince o veinte años no había esas previsiones y los partes meteorológicos muy poco decían. Entonces nos cogían mares de fondo fuertes, porque varía el mar de una hora a otra. Lo que pasa es aquí se usaba, antiguamente, la botada y la varada por jacíos».

El jacío, explica, «es la quietud que hace el mar entre el jarío, la mar de fondo. Hay que ser muy perspicaz y tener mucha experiencia para mandar entrar al barco cuando viene el jacío. De todas formas, en esa roca, que llamamos El Picacho, se ponían siempre personas mayores cuando nos cogía el mar de fondo: miraban el mar de fuera y cuando calculaban que el mar iba a quedarse bueno, mandaban entrar al barco». La comunicación se hacía por señas.
«¿Cuál es el problema? Que como se equivoque el de arriba, el de abajo está perdido. Y esa era la forma habitual de salir a pescar. Por eso, para la maniobra, los barcos tenían que ser pequeños. Barcos de seis a ocho metros que sólo se usaban en la época de verano y el resto del año, uno más pequeño aún».
Como la hormiga, no la cigarra
Antiguamente, «sólo con la rampa, era muy complicado —insiste—. Y cuanto peores condiciones de la mar, más pequeñas las embarcaciones para hacer más fácil la maniobra de botada y varada». Como muestra de ello, no hay sino que mirar su calendario de trabajo. «Este mes de noviembre salimos dos días a pescar. En diciembre no salimos ni un día. En enero trabajamos una semana y algo. Febrero sí trabajamos como 15 días. Y lo que va de marzo no hemos trabajado…», detalla durante la entrevista, la pasada primavera mientras preparaba los contenidos del libro Cocinando a bordo del pesquero.
Por eso, los pescadores de este norte deben buscarse la vida en otros empleos ocasionales en ciertas épocas. «Yo he trabajado en la construcción algunos meses de invierno. Había mucha gente que se dedicaba a pintar En nuestra juventud, cuando la cochinilla tenía auge, nos dedicábamos a la recolección de cochinilla en esos meses. Así escapábamos. Y aprendiendo a ser familias hormiga: recabar todo lo que puedas en el verano para que no falte en invierno».
Pesca y refugio, para comer y dormir, en Anaga
MELCHOR HERRERA:
«Si íbamos a los roques de Anaga, en el muellito de roque Bermejo nos resguardábamos de los malos tiempos»
Sea como fuera la botada y varada de sus pequeños barcos, los pescadores de El Pris se hacían a la mar provistos de sus artes de pesca y, por supuesto, de las provisiones: agua y comida.
«Si vamos a estar todo el día, una tortilla o un arroz que llevamos hechos. Si íbamos, como antiguamente, a los roques de Anaga y estábamos toda la semana, pues llevábamos los calderos, comida y el camping gas con los barcos un poco más grandes, de siete u ocho metros de eslora», cuenta Melchor su experiencia.
En estos casos, muchas veces se iban a dormir a tierra «en el muellito de roque Bermejo, ahí nos resguardábamos de los malos tiempos. Y ahí cocinábamos: pescado guisado, chocos que cogíamos a veces y lo dejábamos para nosotros. Íbamos a pescar de todo, viejas, bicudas, catalufas, lo que fuera». Obviamente, no podían quedarse toda la semana con lo pescado a bordo sin tener cómo conservarlo. «Había un barco que iba y venía, lo que pasa es que el viaje de ir y venir era un coñazo. Los motores no eran muy potentes».
*VOCABULARIO jacío. «Momento de calma, especialmente el que se produce en el mar entre una ola y otra, o durante la lluvia», dice el Diccionario histórico del español de Canarias. Portuguesismo en el habla del archipiélago (del vocablo portugués jazido, quietud, serenidad).jarío. La ola que viene cuando hay mar de fondo. Sin citas recogidas en diccionarios ● |