Jacob Morales, especialista en semillas de los aborígenes

“Documentar que las variedades de semillas aborígenes se cultivan aún es un caso único”, afirma en esta entrevista de la sección “Cita con Canarias”, en la que habla de los resultados del trabajo de identificación en el que ha participado, comparando el ADN de semillas de cebada encontradas en yacimientos aborígenes de Gran Canaria con semillas actuales. [Versión íntegra de la entrevista publicada en la edición impresa de PELLAGOFIO nº 50 (2ª época, febrero 2017)].
Por YURI MILLARES
La revista especializada Journal of Archaeological Science acaba de publicar el artículo “El ADN antiguo obtenido en semillas prehistóricas revela la fidelidad de los agricultores en las islas Canarias” [Farmer fidelity in the Canary Islands revealed by ancient DNA from prehistoric seeds, Volume 78, February 2017, Pages 78-87] que firman los investigadores Jenny Hagenblad, Jacob Morales, Matti W. Lein y Amelia C. Rodríguez. El estudio genético de 21 granos de cebada de yacimientos arqueológicos aborígenes de Gran Canaria, junto con otras 101 muestras de variedades actuales de Canarias y el Mediterráneo, demuestra que la misma semilla todavía se cultiva 1.000 años después en las Islas y procedía del norte de Marruecos.
“Las semillas de yacimientos arqueológicos de otras islas están carbonizadas, sólo las de Gran Canaria tienen ADN”
■ OJO DE PEZ / Contagiados por saber más Por TATO GONÇALVES |
–Antes de entrar en el meollo de esta investigación, ¿qué sinergias han llevado a trabajar juntos a especialistas canarios y suecos?
–Los colegas suecos, Jenny y Matti, son especialistas de reconocido prestigio en el estudio de ADN antiguo y buscaban semillas arqueológicas con buena preservación. Nosotros teníamos 21 semillas de 1.000 años de antigüedad, con una preservación excepcional, y queríamos comprobar si aún contenían algo de ADN y rastrear su origen. Un colega portugués nos puso en contacto y el resto es una historia de colaboración muy fructífera, que sólo acaba de dar su primera cosecha.
–La primera información que aporta el hallazgo de tales semillas es la agricultura que practicaban los aborígenes de Gran Canaria. ¿Hay hallazgos similares en las otras islas del archipiélago que nos permitan establecer alguna similitud o diferencia en su forma de hacer frente a su supervivencia?
–Las semillas analizadas procedían de graneros fortificados, los cuales presentan unas condiciones excepcionales para la conservación de la materia orgánica; pero estos sitios sólo se han documentado en Gran Canaria. Hasta el momento no hay evidencias de la existencia de este tipo de graneros en el resto del archipiélago. Hemos descubierto semillas en yacimientos arqueológicos de otras islas, pero están carbonizadas y no contienen ADN antiguo. La agricultura era practicada en todas las islas, no obstante la población de Gran Canaria tenía una dieta basada en el consumo de cereales y dedicaban una especial atención a su producción y almacenamiento.
«La existencia de graneros fortificados sólo se han documentado en Gran Canaria; no hay evidencias de la existencia de este tipo de graneros en el resto del archipiélago»

–Son semillas de cebada, que fue el cereal más cultivado durante la etapa aborigen. Hemos analizado ocho de estas semillas mediante la técnica del Carbono 14 en un laboratorio especializado y su datación se sitúa aproximadamente entre los años 1000 y 1400 de nuestra Era. Lo más importante es que las semillas se conservaban desecadas; es decir, estaban tal y cómo las habían depositado los aborígenes. En otros lugares, como en Europa, las semillas sólo sobreviven el paso del tiempo cuando se carbonizan, pero en este caso no contienen ADN antiguo. En los graneros excavados por los aborígenes en la roca volcánica las condiciones de humedad y temperatura son estables, esto ha permitido una preservación excepcional de las semillas. Que sepamos, sólo se ha documentado una conservación similar de ADN antiguo en semillas de cebada procedentes de un yacimiento arqueológico en Sudán y otro en el desierto del Néguev, en Israel.
–El análisis genético de este material confirma la similitud con muestras del norte de Marruecos, es decir, el origen de los primeros habitantes que llegaron a esta isla: ¿es lo que esperaban o había otras hipótesis?
–Nosotros partíamos de una hipótesis que sugiere un origen norteafricano y bereber, teniendo en cuenta evidencias ya analizadas como la lengua y la escritura, el ADN recuperado en restos humanos y otras singularidades como los propios graneros fortificados, también usados por las poblaciones bereberes. Sin embargo, algunos investigadores proponen un origen fenicio o romano para el poblamiento del archipiélago, más vinculado con el mundo mediterráneo. Por ahora creo que la balanza se inclina hacia la hipótesis del poblamiento norteafricano.
–En cualquier caso, la novedad ha sido otra. Hablan ustedes de “un caso único en el mundo”, pues han podido comprobar que hay variedades de cebada cultivadas en la actualidad en Canarias que son las mismas de aquellos primeros pobladores. ¿Cuál ha sido la secuencia de trabajo para llegar a esta conclusión?
“Hay un apego de los campesinos canarios a la cebada heredada de sus antepasados”
–Se trata de un caso único porque se ha podido documentar con evidencias genéticas arqueológicas y modernas. Es muy posible que este fenómeno se haya producido en otras regiones del planeta, pero no ha podido ser verificado mediante análisis moleculares debido a la deficiente preservación del ADN en semillas arqueológicas. En nuestro caso, comparamos el ADN contenido en las cebadas arqueológicas con el material genético presente en semillas de cebada actuales, cultivadas por agricultores canarios de las siete islas, y resultaron ser prácticamente idénticos.
–Este dato, además, indica que el agricultor canario ha sido fiel a estas variedades más primitivas frente a otras introducidas con posterioridad en los últimos siglos. ¿Por qué?
–Yo no las llamaría más primitivas. Se trata de variedades que se han aclimatado a las peculiares condiciones del archipiélago durante mil o mil quinientos años y, por lo tanto, están mejor adaptadas que las cebadas foráneas. Además, hay que contar con las tradiciones gastronómicas, que han primado el consumo de gofio de cebada sobre otras especies hasta prácticamente la actualidad. Y no menos importante, también habría que considerar un apego o fidelidad de los campesinos canarios a la cebada heredada de sus antepasados.
«Los análisis indican que la cebada de las islas de Lanzarote y Fuerteventura es muy diferente a la del resto del archipiélago»
–Dentro del análisis realizado a variedades de cebada que se cultivan en la actualidad en el archipiélago, citan expresamente a las islas de Lanzarote y Fuerteventura. En el pasado eran consideradas las “islas granero” de Canarias. ¿Qué han averiguado o documentado sobre la cebada de las más orientales de nuestras islas?
–Los análisis indican que la cebada de estas islas es muy diferente a la del resto del archipiélago. Estas diferencias no se han producido en el curso de pocos años, sino que son resultado de un periodo de aislamiento más largo, probablemente de cientos o miles de años. Estos datos confirman que los indígenas de Lanzarote y Fuerteventura cultivaban cebada con anterioridad a la presencia europea, a pesar de que aún no se ha encontrado ninguna semilla en yacimientos arqueológicos de estas islas.
–¿La investigación ha cumplido sus objetivos o ha abierto otras puertas por las que habrá que adentrarse?
«Comiendo gofio de cebada canaria podremos compartir el mismo sabor y aroma que disfrutaron nuestros ancestros hace más de mil años»
–Esto es sólo un primer paso. Ahora nos toca investigar cuándo tuvo lugar la separación de las cebadas canarias y las africanas, y en qué momento comenzaron a desarrollarse variedades diferentes en cada isla. También queremos comprobar si se han preservado variedades prehispánicas en otras plantas ya cultivadas por los aborígenes, como las lentejas o las habas.
–Terminamos, un recuerdo dulce.
–Gofio de cebada canaria. Comiéndolo podremos compartir el mismo sabor y aroma que disfrutaron nuestros ancestros hace más de mil años.