Cita con Canarias

Verónica Alberto, arqueóloga forense en Canarias

«En las fosas comunes se ve el horror al primer segundo, en cuevas funerarias lo que vemos es respeto y amor»

«Pocas personas pueden estar de cuclillas o dobladas en una cavidad tantas horas, es un entrenamiento de años», dice Verónica Alberto Barroso durante la entrevista en la que habla de su trabajo como arqueóloga en distintos escenarios de las Islas. [Versión extensa de la entrevista publicada en la edición impresa de PELLAGOFIO nº 122 (2ª época, octubre 2023)].

«Desde 2006 he participado en todas las intervenciones que se han hecho en fosas comunes en Canarias» VERÓNICA ALBERTO

Por YURI MILLARES

Verónica Alberto es la profesional de la arqueología en Canarias con más excavaciones realizadas en las Islas. «¡No la más mayor! —ríe—. Es porque me dedico a hacer intervenciones todo el año». Como arqueóloga forense desarrolla un intenso trabajo, desde hace años, sobre la violencia intergrupal entre los aborígenes isleños a partir del análisis de los huesos junto a los también arqueólogos Teresa Delgado y Javier Velasco. Pero su campo de estudio es mucho más amplio en el espacio tiempo, llega hasta la recuperación de cuerpos enterrados en fosas comunes durante la guerra civil y el franquismo.

■ OJO DE PEZ / Como en un episodio de ‘Bones’

La cita tuvo lugar en la sede Tibicena Arqueología y Patrimonio SL. A la hora convenida, allí estaba Verónica Alberto… reunida con quienes hallaron los restos de dos aborígenes en una cueva de Guayadeque. Sobre unos tableros estaban dispuestos en perfecto orden los huesos de ambos como en cualquier episodio de la serie Bones. «Tenemos el compromiso de contarles nuestros resultados desde el primer momento. Es fundamental para que haya sinergia entre la sociedad y los investigadores» ●

La arqueóloga muestra esterillas de junco procedentes de los fardos con que estaban envueltos los cuerpos de dos aborígenes descubiertos en una cueva de Guayadeque. | FOTO Y. M.

—«Había una vez unos guanches buenos y llegaron unos castellanos malos que los conquistaron y esclavizaron…». ¿Tenemos muy idealizados a los aborígenes canarios?

—Sí, los tenemos idealizados. Es una cuestión lógica, porque en todo lo que tiene que ver con la identidad y con las raíces de todos los pueblos siempre hay un componente muy emocional. Tiene que ver con lo afectivo. Pero luego hay un componente que es más objetivo: la historia. En el caso de Canarias, como ese pasado es tan reciente (500 o 600 años no es nada), está tan vivo y tan cerca que ha dado pie a generar la imagen de esos aborígenes siempre buenos, valientes, honestos, bravos. Probablemente tuvieron todas esas cualidades, ¿cómo no? Pero tendrían también su lado oscuro y negativo, como se pone de manifiesto cuando accedemos a las pruebas arqueológicas.

—La violencia intergrupal entre los propios aborígenes está siendo objeto de estudio en tiempos recientes desde la arqueología forense. Y parece que está molestando a quienes siguen con el mito del buen guanche. ¿Tú lo percibes?

—No sólo lo percibo, sino que lo he sufrido en mis propias carnes: insultos, negación. Y también lo entiendo. Me pongo en la piel de cualquier ciudadano o ciudadana al que le rompes todo su imaginario. Y no se trata de hacer juicios de valor, porque no estamos hablando de buenos ni malos. Había aspectos de su vida que no eran tan amables, en momentos de crisis, de sufrimientos, de dolor, de luchas, de competencia. Eso forma parte de cualquier grupo humano a lo largo de la historia y ellos también lo experimentaron y vivieron.

—Y hablando de arqueología forense, cada vez hay una mayor especialización en el campo de esta disciplina de la Historia. ¿Cuántas arqueologías hay?

—Una pregunta muy pertinente. Llevo muchos años trabajando en Canarias lo que llamamos arqueología profesional. Y había alguien que me decía: «Hay muchas formas de hacer arqueología y la tuya no es la buena». Y yo me quedaba sorprendida. No existe «mi forma hacer arqueología» o «tu forma de hacer arqueología». Existe una arqueología. Pero me quedé pensando y dije: «No. Hay dos formas de hacer arqueología: la buena y la mala, y debemos optar por hacer buena arqueología». No hay más formas de hacerla. Nosotros no decidimos el método, la praxis. Eso está bastante bien reglado. Lo que tenemos que estar es actualizados y al día en todos los avances científicos, para poderlos aplicar a nuestro campo de estudio y de trabajo.

—Pero sí hay distintas disciplinas dentro de la arqueología.

—Sí, hay especialidades de análisis.

—¿Cómo llegaste tú a convertirte en una arqueóloga forense? ¿Te tropezaste con ella un día o habías decidido ir por ahí?

—Me tropecé con ella. Yo vengo de la zooarqueología, fue mi primera formación. Estuve muchos años trabajando como zooarqueóloga, tanto en el trabajo de campo como en los análisis especializados de laboratorio. Pero muchas intervenciones que hice estuvieron vinculadas con lugares funerarios. Requirió esforzarme y ponerme al día en aprender, controlar las bases de la bioantropología y leer mucho sobre prácticas funerarias.

“Ahí me di cuenta de que ese campo también me encantaba. Todos los años que llevo trabajando en Gran Canaria he tenido la oportunidad de hacer muchas intervenciones en contextos funerarios y eso me da una ventaja. Yo tengo la información de primera mano de cómo son los depósitos funerarios, cómo están organizados, qué características tienen.

“Además, después soy la que hace los análisis de los restos óseos humanos y de otros materiales que acompañan el enterramiento. Por eso tengo una visión bastante completa. No es como el bioantropólogo del laboratorio al que le llega la bolsita con los huesos. Yo conozco el origen, lo he interpretado, lo he descrito, lo he caracterizado. Eso me supone una ventaja tremenda y me lancé por ese camino. Y luego, también es verdad que en ese camino he encontrado a dos personas increíbles dedicadas también al mundo de la antropología y la muerte, como son Xavi y Tere y ahí terminamos confluyendo.

Verónica Alberto estudia los restos óseos, organizados y etiquetados, de una mujer de edad avanzada y un adulto joven de hallazgos recientes en el barranco de Guayadeque. | FOTO Y. MILLARES

«Tengo que ser muy escrupulosa en el análisis de los datos, y comprender cuál es mi pregunta con respecto a ese escenario que tengo que resolver y desvelar»

—Resolver o explicar muertes violentas de hace siglos, incluso miles de años, debe ser un ejercicio apasionante de… ¿detective? Resolviendo asesinatos, pero de hace mucho tiempo.

—Pues sí. Es apasionante. Ese es el trabajo de la antropología forense. Tengo que ser muy escrupulosa en el análisis de los datos, y comprender cuál es mi pregunta con respecto a ese escenario que tengo que resolver y desvelar. Conocer qué le pasó en concreto a la persona cuyos restos tengo delante, y que pasó en el lugar hasta el presente.

—El famoso y literario detective Sherlock Holmes no se separaba de su lupa… y su capacidad de deducción. Tus herramientas son más modernas, ¿pero qué papel juega la deducción?

—Esa pregunta también es importantísima. Estamos en una era en la que todo es pura tecnología, puro análisis. Somos capaces de investigar a nivel molecular y de átomos, de hacer análisis de todo tipo de cualquier resto por insignificante que pueda parecer.

“Pero algo muy importante y que a veces falla en la praxis arqueológica es la Pregunta. Tú tienes que acercarte a esos lugares que quieres investigar con tus preguntas y las tienes que resolver. A veces, en el transcurso de ese proceso, las preguntas pueden cambiar porque las respuestas pueden ser otras que no esperabas. Por eso es muy importante la observación, la deducción, el análisis continuo de lo que tienes delante. Y eso se completa después en el laboratorio.

«Hay gente que piensa que el laboratorio te da todas las claves. Pero el escenario se resuelve en el escenario»

“Hay gente que piensa que el laboratorio te da todas las claves. Que tú coges tu bolsita de huesos o de restos de semillas, los sacas y los analizas resolviendo el escenario. Pero el escenario se resuelve en el escenario. Sin esa información, los datos que obtengas después pueden ser interesantes pero nunca concretarán lo que ocurrió allí de verdad. Por eso es muy importante la capacidad de deducción, mirar, relacionar, interconectar. Y eso es algo muy difícil.

—Me estaba acordando ahora de la serie de televisión Huesos, donde la protagonista, antropóloga forense, resolvía sus casos observando detalles insignificantes en los huesos.

—Ah, sí, Bones. En cualquier resquicio de lo que estás estudiando, ya sea el material en sí mismo o la tierra donde estaba depositado, puede haber una clave esencial para comprender y entender lo que allí pasó. Es lo que hace el historiador, comprender y conocer lo que pasó con anterioridad.

«Si tienes vértigo va a haber lugares a los que no podrás llegar, porque están colgados o el acceso es difícil: muchos yacimientos están en cuevas. Y tienes que estar en una forma increíble»

—Hablas del «escenario». El acceso a cuevas, escenario habitual en Canarias por ser una de las principales formas de habitación de los aborígenes, es complicado. ¿Es para arqueólogos atrevidos sin miedo a las alturas?

—De hecho, lo primero es que no puedes tener vértigo. Si lo tienes, va a haber lugares a los que no podrás llegar, porque están colgados o el acceso es difícil: muchos yacimientos están en cuevas. Y tienes que estar en una forma increíble. Ya te digo yo que los 50 años no ayudan mucho —ríe—, porque tienes que pasar ocho o diez horas en posiciones realmente poco confortables. Que son muy malas para tus articulaciones y tus huesos. Y eso, a lo largo de muchos años, te va a pasar factura.

“Realmente, pocas personas pueden estar de cuclillas tantas horas. Eso es un entrenamiento de años. O estar completamente doblada en una cavidad que no tiene más de cincuenta centímetros de alto y trabajar así. O moverte en un lecho de piedras picudas que cada vez que te mueves te las estás clavando. Hay que tener una condición física realmente buena y un entrenamiento.

“Desde fuera se ve todo muy romántico, «qué bonito, una cueva». Pero no, tenemos que hacer escalada, hacer mucha fuerza para impulsarte con los brazos y estar en unas posturas imposibles. Es muy bonito y a mí me encanta, pero igualmente es sacrificado y a la larga vas a sufrir las consecuencias de ese trabajo físico.

—Ahora una pregunta del tipo a quién quieres más, a tu padre o a tu madre: ¿Qué es más emocionante: encontrar in situ o descubrir en laboratorio?

—Para mí, encontrar in situ. Pero descubrir en laboratorio también. Sí que es una pregunta con trampa, porque siempre que haces un descubrimiento (sobre todo cuando es algo inesperado) te da un vuelco el corazón. Yo cada día siento que me hacen un regalo. Para mí es como si me trajeras un presente envuelto en un lacito. Cada descubrimiento, cada hallazgo. Y no necesariamente de esos que dices ¡uau!, a mí cada cosa que trabajo e investigo es súper relevante.

—¿Recuerdas algún caso concreto?

—¡Todo me emociona! Uno reciente, y porque no me esperaba vivir una cosa así, fue la intervención en una cueva funeraria del Cementerio de los Canarios, en Guayadeque. Nunca había estado en una cueva en Canarias con tantos restos humanos, perteneciente a un número tan elevado de personas. Más de ciento cincuenta. Aunque era obvio que el sitio estaba bastante alterado y manipulado, para mí fue una sensación de estar viviendo algo que se había descrito en el siglo XIX.

—Investigas y visitas cuevas buscando restos óseos de hace 500 o 1.000 años. Pero hace 85 años hubo un episodio muy trágico en España y en Canarias que generó mucho sufrimiento, muchas muertes y muchas fosas. ¿También te ha tocado trabajar esa parte más reciente de la arqueología?

—Sí. De hecho, he participado en todas las recuperaciones o intervenciones que se han hecho de fosas comunes en Canarias. La primera se llevó a cabo en Fuencaliente en 2006, con metodología arqueológica. Porque anteriormente se habían sacado restos por familiares o por personas que tenían noticias. La hicimos con [la empresa] Arqueocanarias. En Gran Canaria, en el pozo del Llano de las Brujas, yo no bajé pero hice el estudio bioantropológico de los restos que se sacaron. En el pozo de Tenoya mi compañera Marta y yo bajamos, extrajimos los restos y luego hicimos el estudio antropológico. Es completamente diferente. El trabajo es el mismo, un trabajo de antropología forense, pero…

«Las fosas comunes son espacios que transmiten el sufrimiento, el dolor, la desesperación, la injusticia»

—Toca más la fibra.

—Sí, toca más la fibra. Son espacios que transmiten el sufrimiento, el dolor, la desesperación, la incongruencia, la injusticia. Todo eso está muy presente durante el tiempo que estás recuperando esos restos. Nos damos cuenta desde el primer segundo del horror del escenario. Es algo que vemos enseguida y lo contraponemos con el trabajo habitual en los yacimientos arqueológicos de los antiguos canarios. Cuando hacemos trabajo en contextos funerarios lo primero que vemos es homenaje, respeto, amor, cuidado. Son personas que fueron depositadas por sus familiares o por su comunidad con cariño en sus lugares de descanso eterno. Las fosas comunes son espacios de brutalidad donde se arrojan a las personas como si fueran animales.

—¿Cómo han avanzado los métodos y la tecnología? Lo que se hacía o se buscaba hace 40 o 100 años era diferente.

—Las analíticas y las técnicas de estudio han avanzado una barbaridad. Para saber la cronología de un resto, para conocer su composición, qué comía una persona, qué enfermedades sufrió. No sólo a través de las manifestaciones observables macroscópicas, sino a nivel microscópico o molecular, del ADN. Son revoluciones que se van sumando al estudio de los restos óseos y cambian notablemente el panorama y la calidad de la información. Supone el acceso a un mayor de nivel de conocimiento que puedes generar sobre el pasado. Es una metodología que viene a la arqueología prestada de la antropología forense. Es indagar y escudriñar los escenarios de cualquier muerte, ya sea una muerte amable o una muerte violenta.

—En el XIX sólo les interesaba coger las calaveras y dejaban el resto de los huesos revueltos.

«Una asignatura pendiente en Canarias es garantizar la conservación de los restos. Tenemos que garantizar que en el futuro se pueda seguir investigando»

—Ya no se manipulan los restos de una forma tan descuidada. Te pones guantes y mascarilla para no contaminar los restos. Tienes que observar una estricta metodología a la hora de coger los datos de todos los restos, no sólo de los que te parezcan más llamativos, como los huesos largos. Todo aporta información. No puedes sesgar esa recogida.

“Una asignatura pendiente en Canarias es garantizar la conservación de los restos. Ahora se pueden hacer muchos análisis, pero no podemos ponernos a hacer análisis como locos y arrancarles los dientes a las muestras. Tenemos que garantizar que en el futuro se pueda seguir investigando. Hay que tener mucha cautela y mucha visión para saber qué muestreo se hace.

—Sin dañar lo que hay.

—Claro. Siempre conservando y analizando lo estrictamente necesario. Sin repetir muestreos en los mismos individuos, en los mismos materiales. Eso causa un daño. Es algo que tenemos que poner en común para adoptar unos protocolos con urgencia para garantizar la conservación.

—Lo primero que se practica con los huesos, supongo, es datarlos para situarlos en un momento histórico concreto. Hay huellas de presencia humana en las Islas (asentamientos, industria lítica) de siglos anteriores que los huesos más antiguos encontrados y datados, ¿a qué se debe eso?

«Pudo haber otros intentos de colonización anteriores que no fraguaron, pero la ocupación definitiva del territorio está datada en el siglo II-III»

—Teniendo en cuenta los protocolos que se exigen, las dataciones fiables que garantizan la idoneidad de la muestra, la adecuación de los resultados y la metodología adecuada para los análisis, la mayor fiabilidad la dan los restos humanos. Y las dataciones más antiguas son del siglo II-III de nuestra Era. Hay otras dataciones más antiguas sobre otro tipo de materiales que podrían sugerir un poblamiento más antiguo, pero están puestas en duda por no cumplir los requisitos adecuados para tener una certeza y una fiabilidad, o provenir de laboratorios sin los protocolos afinados. Eso no quiere decir que no pueda haber un poblamiento más antiguo que el que nos están dando las dataciones de los muertos analizados hasta ahora. Es en los primeros siglos de la Era cuando las islas se colonizan por poblaciones que se establecen definitivamente, pero ya eran conocidas con anterioridad. No es que llegaran de repente y dijeran «¡unas islas, nos quedamos aquí!». Pudo haber otros intentos de colonización anteriores que no fraguaron, pero la ocupación definitiva del territorio, que se prolonga hasta la conquista castellana en el XV, está datada en el II-III.

—Hay aficionados a la arqueología a los que les gusta explorar y descubrir objetos. Me imagino que habrá de todo, tanto expoliadores como colaboradores. ¿Te los has encontrado alguna vez en su diversas modalidades?

—Sí. Me he encontrado. Y de forma frecuente, además. Estamos viviendo un auge y una recuperación de este afán de buscar. En Canarias es algo muy especial, porque esa cercanía en el tiempo con el pasado aborigen hace que mucha gente sienta que su nexo directo es con ese mundo. Y el intermedio no existe. Se sientes sumamente vinculados al mundo de las primeras poblaciones bereberes, pero del resto reniega.

«En mis casi 35 años de profesión nunca me había encontrado en un momento en el que se pusiera tanto el ojo en cuestionar a los arqueólogos»

“Este vínculo tan fuerte hace que haya muchas personas interesadas en la arqueología, en ir a ver yacimientos y descubrirlos. En ese afán, mucha gente es respetuosa (afortunadamente, cada vez más). Pero también mucha gente es destructiva: no saben dónde tienen que pisar, cogen cosas y se las llevan, rompen.

“No entienden que el contexto es fundamental y hay que entender que no sólo son los materiales los que dan la información. Es el espacio en donde se encuentran, cómo están relacionados entre sí, qué significa ese espacio, por qué ahí y no en otro lugar. Es una dificultad con la que tenemos que luchar día a día.

“Es cierto, también, que muchas de estas personas ven al arqueólogo como el enemigo. Nunca en mi vida había escuchado tantas veces que los arqueólogos esconden información, engañan… El único sentido que tiene nuestro trabajo es que le llegue a la sociedad. Si no, imagínate, es mi divertimento. Es absurdo. En mis casi 35 años de profesión nunca me había encontrado en un momento en el que se pusiera tanto el ojo en cuestionar a los arqueólogos.

—Ese interés se centra en lo anterior a la conquista. Pero la historia continúa.

—A partir del siglo XV la historia de Canarias también es apasionante, por esa aportación que hacen los canarios al desarrollo del mundo americano. Pero es cierto que a esa gente ligada con el pasado lo único que le interesa es el mundo aborigen. La otra parte la rechazan porque entienden que se genera a raíz de una conquista que en la actualidad puedes juzgar de muchas maneras. Pero en Historia no se pueden hacer juicios de valor con fecha del pasado. Lo emocional es una cosa, lo racional es otra, y la investigación seria es la investigación seria.

—Terminamos, un recuerdo dulce.

—Cada uno de mis trabajos es un recuerdo dulce. Pero quiero recordar mis inicios, porque todo se lo debo a mi profesora de Prehistoria en La Laguna Bertila Galván Santos y, un poco después, a mi profesor Juan Francisco Navarro Mederos. Ellos me abrieron este mundo, que yo desconocía. Desde que fui a mi primera excavación, estando en primero, supe que es lo que quería hacer en mi vida. Y no he hecho otra cosa en mi vida. Ellos me dieron la oportunidad, me enseñaron muchísimo y marcaron mi forma de ser en el trabajo: muy exigente, incluso hasta un poco perfeccionista.

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